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PAPÁ GORIOT, HONORÉ DE BALZAC

Papá Goriot, novela, Honoré de Balzac, ed. Losada, 2010

Traducción y prólogo: MF

 

 

 “Un buen hombre- pensión burguesa- 600 francos de renta- desvalijado por sus hijas que suman entre las dos 50.000 francos de rentas- muriendo como un perro.” Esta  anotación de Balzac en su cuaderno es el origen de Papá Goriot. En septiembre de 1834 empieza a escribirlo. La novela corta que imaginaba al principio, enseguida se vio desbordada. Goriot, un antiguo fabricante de fideos que hizo fortuna, buen hombre y padre devoto, les deja todo su dinero a sus hijas, se retira de los negocios y se va a vivir a una pensión. Cuando ya no tiene nada más para dar, sus yernos, un conde y un banquero, le prohíben la entrada a sus casas. Tiene que ver a escondidas a sus hijas, que sólo lo buscan para pedirle el dinero que sus maridos les niegan para pagar sus vestidos y las deudas de juego de sus amantes. El drama del hombre que amó demasiado a sus hijas, con un sentimiento a la vez paternal y maternal, alcanza una dimensión mística. La novela es “La pintura de un sentimiento tan grande que nada lo vence, ni las ofensas, ni las heridas, ni la injusticia, un hombre que es padre como un santo o un mártir son cristianos”, le escribe Balzac a su futura esposa, la señora Hanska, en octubre de 1834.

Para entonces, Balzac ya pensaba sus novelas como partes de un plan mayor que las unificaría a todas. Se inspiraba en la teoría del naturalista Geoffroy Saint Hilaire acerca de la unidad de composición de todas las especies zoológicas, que postula que el creador usó un único y mismo patrón para todos los seres organizados, y que estos adquieren sus diferencias según el medio en el que se desarrollan. Compenetrado con esta idea, que según él ya estaba presente en las obras de Leibniz, Buffon, Charles Bonnet y hasta en las de escritores como Swedenborg y Saint Martin, y que además coincide con sus propias ideas sobre el poder divino, Balzac observa que la Sociedad se parece a la Naturaleza, y que hay tantos tipos de hombres como variedades zoológicas, y se propone, como lo hizo Buffon con el conjunto de la zoología, escribir un libro que dé cuenta de todas las Especies Sociales existentes. Ese gran libro compuesto por las numerosas novelas que alcanzó a escribir antes de su muerte en 1850, es La comedia humana.

Dentro de La comedia humana, primero como una de sus “Escenas parisinas” y después entre las “Escenas de la vida privada” (subespecies de la rama Estudios de las costumbres), Papa Goriot tiene un lugar central. La unidad del conjunto está asegurada por la reaparición de muchos de sus personajes en las diferentes novelas, y en Papá Goriot es donde se encuentran reunidos los principales. Acá veremos a Nucingen, Bianchon, Rastignac, Marsay y de Trailles, que protagonizan cada uno entre otras veinte y treinta novelas de la Comedia. Además de Vautrin, Gobseck, la duquesa de Langeais, la señora de Beauséant y Delphine de Nucingen, para citar a los más importantes. La efectividad del texto está basado en tres cosas: sus personajes, sus ideas y el ambiente en el que se desarrolla. Balzac, más que narrar, describe, pone en escena a los personajes, y los hace decir sus discursos, que en general tratan acerca del dinero y, un poco menos, de los sentimientos. “Mezclar el dinero con los sentimientos, ¿no es horrible?”, dice una de las hijas de papá Goriot, con la inocencia cínica de la mantenida. El resto del texto parece desmentirla. Todo el tiempo el narrador habla de dinero, sigue los movimientos de las fortunas de sus personajes, detalla letras de cambio, pensiones, seguros, herencias, prendas, le pone cifras a lo que visten, a lo que comen y al coche que los lleva, y dice cuánto valen desde las peras del postre de la pensión hasta la sábana vieja que usarán de mortaja de Goriot, desde el reloj regalo de la amante hasta un pañuelo. El dinero está siempre en primer plano, su goce es voluptuoso, destruye a las familias, es fuente de delito y de hipocresía, determina las decisiones de los personajes. Goriot dedica su vida a ganar dinero para sus hijas, es la forma más elevada de cariño que conoce. Y por dinero sus yernos se las roban y lo expulsan de sus vidas.

Pero además de Goriot, la novela tiene otro personaje principal que es el joven Eugène de Rastignac. Vecino de Goriot en la pensión, llegado a París desde el interior para estudiar Derecho, como alguna vez el mismo Balzac, hijo de una familia humilde de agricultores a los que explota, Rastignac es el modelo del arribista. Analiza la sociedad en la que quiere introducirse y calcula cuál sería la mejor manera de hacerlo, evalúa el estudio, el trabajo, el delito, la mentira, el amor, el parentesco. Acaricia todas las tentaciones. Escucha los discursos de los mayores: “El mundo es un chiquero, tratemos de estar a su altura.” (La vizcondesa de Beauséant, su prima aristócrata, virtuosa.) “Ahí tiene la vida tal como es. No es más linda que la cocina, huele tan mal como ella, y si uno quiere cocinar algo hay que ensuciarse las manos” (Vautrin, compañero de pensión, delincuente.) “El dinero es la vida. La plata hace todo.” (Goriot, burgués honesto.) Y de nuevo Vautrin, con una resonancia a personaje de Arlt: “¿Sabe cómo se abre camino uno acá? Mediante el genio o la corrupción. Hay que entrar en esa masa de hombres como una bala de cañón, o deslizarse en ella como la peste. La honestidad no sirve para nada.”

“Papá Goriot es una obra bella, pero monstruosamente triste. Para que fuera completa necesitaba mostrar la cloaca moral de París, y eso provoca el efecto de una herida repugnante”, le dice Balzac en otra carta a la señora Hanska. Esta París es mucho más que un decorado. Es una fábrica de Especies Sociales. Está dividida en dos según, por supuesto, el dinero. De un lado, al principio de la novela, está la ciudad sórdida y pobre apretada entre la cúpula del Pantheón y la del hospital Val de Grâce, ese barrio latino donde queda la Casa Vauquer, la miserable pensión para estudiantes, burócratas jubilados y burgueses decadentes, templo del mal gusto y la rapiña. Es el París de la Sorbonne y el Jardín Botánico, ese mundo horrible y triste de casas oscuras con paredes que huelen a prisión. Del otro lado, la París lujosa de los nobles y la nueva burguesía ascendente, el faubourg Saint Germain, la calle de Grenelle, la calle Artois, Saint Lazare, el Palais Royal, todo el brillo encerrado entre la columna de la plaza Vendôme y la cúpula de los Invalides, esa postal que Rastignac admira desde la altura del cementerio de Père Lachaise con la que se cierra el texto y su propia educación social.

Goriot y Rastignac, extraña pareja de aliados, atraviesan y unen estos dos mundos. En coche, o caminando cuando las monedas no les alcanzan, y con destinos bien diferentes. Rastignac con su futuro de “águila” pronosticado, que en otras novelas de la Comedia lo llevará a la riqueza, a ser ministro y par de Francia. Goriot hace el camino de vuelta. El hombre que a través de la paternidad entendió a Dios como se comprende a un compañero, va hacia la miseria más absoluta y la muerte más injusta. Desde su dolor por abandonar a sus hijas en la vida, y desde su delirio, interpela al otro creador: “Dios mío, ¡qué mal hecho está tu mundo!”.

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