MARIANO FISZMAN
EL ANTÍLOPE
El antílope, cuentos, Ed. Beatriz Viterbo, Rosario, 1999.
Una pareja de turistas
Volvían de visitar el barrio de las bordadoras y el conserje los atajó en la recepción del hotel con un balbuceo bilingüe. Había habido un inconveniente, una de sus valijas se había incendiado mientras la empleada limpiaba el cuarto. Un caso de enchufes o resistencias, diez veces la voz aguda de la empleada que compareció de guardapolvo verde, pañuelo verde en la cabeza, sombra de bigote, el ademán de juntar los dedos de una mano frente al mentón y abrirla que la pareja ya había visto en choferes de taxi, en la feria, en la fila de entrada a un museo sin entender qué significaba. Pidieron en su idioma que les cerraran la cuenta. A la mujer no le sonaba la falta total de intención. El hombre, de codos sobre la baranda del barco que horas después los alzaba de esa ciudad para siempre, atardecía, las primeras maniobras le dieron derecho a decir y la muy imbécil, cacareando a través del pasillo con la otra como se deben gritar desde el umbral de sus casas cada mañana, ya sin chicos o gallinas o gatos entre las piernas, extendió los brazos al cielo, el collar de la cámara oscilante, o ni siquiera podía advertir el olor.
Ese mes la pareja cumplía diez años de matrimonio. Hábiles para andar por otros países, siempre sorprendidos por la eficacia de su guía, lo impermeable de sus zapatos de cuero de color, suela de goma, su botiquín, la honestidad, la deshonestidad de los nativos, los encuadres con los que él domesticaba monumentos históricos o naturales, la silueta fina de ella del centro hacia un borde, su sonrisa, nítidas
Habían sido de los primeros en subir al barco con sus valijas rodantes. Habían copado una mesa en el salón de alfombras, seis butacas mullidas, todos los apoyabrazos se levantaban. Perdida la costa, el zarpullido de vendedores sin ánimo sobre la rambla, el otro de veleros y chalupas brazos en alto, sus redes, perdidos los pájaros la pareja bajó a dirimir un juego de cartas inconcluso, después abrieron la bolsa de provisiones, una botella de vino dulce local, las servilletas de papel también se habían quemado, más unas pantuflas peludas casi infantiles, él le había dicho de no llevarlas, rompieron la regla que les desaconsejaba juzgar a esa gente y sus billetes aplanados contra los mostradores del bar, sus camisas raídas, sus gorras, la obstinación en que los estafen y la risa.
- Reseña de Susana Cella en revista Ñ, 1 de agosto de 1999.
- Revista Leon en el bidet, nro 2, diciembre de 2000.
- El cuento “El mundial” se publicó en el nro 1 de la revista La intrusa, noviembre de 1997.
- El cuento “Noveleta” se publicó en el nro 1 de la revista El boceto permanente, con ilustraciones de Teresa Orelle.