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LA HISTORIA QUE NUNCA LES CONTÉ

La historia que nunca les conté, novela en colaboración con Roberto Raschella, basada en el relato de Gisela Gleis de Saginur. Ed. Norma, Buenos Aires, 2005.

Actualmente el libro se encuentra agotado.

Stanislawow, febrero de 1943.

 

Es el primer día, es el principio. Lo único que sé ahora es cómo llegamos aquí. Sé que estamos en la calle Kazimir Ofkovska, a dos cuadras de la Gestapo, y que mis padres quedaron en el gueto. Se llaman, él Isaac Fischer, y ella Rosa, Rosa Abosch. Él tiene 55 años, ella 50. Están sanos en el gueto. Así creo.

 

Nos movemos con una lámpara de kerosene, nada más. El aire es un poco húmedo. Nada escucho de afuera, tampoco deben escucharnos. Los coches militares, los caballos, la lluvia, los disparos, las palabras alemanas, nada. Es un horno, un horno que está frío. Dos metros por dos, nada más. Aquí pintaban bicicletas, en el fondo de la casa del polaco llamado Staszek, que nos protege. Es católico sincero, y sin embargo nos protege. Amigo de Max, mi marido, amigo de toda la vida. Nosotros también somos polacos, pero judíos.  Nosotros, mi hermano Alter, Wanda, Max y yo. Aquí estamos.

 

Afuera anoche había nieve. Staszek estaba en la esquina, vestido de negro, sólo veíamos sus ojos y el vapor de la respiración. Cubierto por el frío y para que no lo vean, y dio la señal. Entonces, salimos del gueto de a uno, encogidos contra la pared, sin el brazalete. El guardia rondaba. Corrimos, corrimos.

 

En el horno, nos frotamos las piernas con hielo, huesos puros.

 

Ya es de noche otra vez. El polaco nos trae un poco de pan y de agua. Después se lleva las botellas y las latas y las vacía por atrás del jardín. No tenemos abrigos, no tenemos pieles. Las ropas buenas, los cuellos, las lanas, el cuero, los acolchados, los guantes, las medias, los forros, todo nos sacaron los alemanes. Poco, muy poco podíamos esconder, y nos quedaron sobras, sobras del cuerpo. Sobras del gueto.

 

Dos noches, tres, cuatro. El pan se acaba. Staszek está preocupado por su familia.

 

De las mantas sale una mano y busca la pared. Se apoya. Son paredes lisas, sin descascarar, y tienen capas del esmalte para las bicicletas. Paredes son, paredes amigas.

 

La muerte está más lejos.

 

 

 

 

 

 

- Diario El Heraldo, Honduras, 2005.

 

- Reseña de Rubén Chababo, diario La capital, de Rosario.

 

- Reseña de Susana Cella, revista Acción, enero de 2006.

 

- Nota en el suplemento Radar, Página12, 21-8-2005.

 

- La Asociación israelita de sobrevivientes de la persecución nazi, con sede en el barrio del Once, en Buenos Aires, distinguió a Roberto Raschella y Mariano Fiszman por La historia que nunca les conté.

 

 

 

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