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LAS CALLES DE VILLA CRESPO

Las calles de Villa Crespo, poemas con ilustraciones de Franco Fasoli (JAZ), editorial La Comarca, Buenos Aires, 2014.

Mariano Fiszman, poeta, escritor, traductor, furioso bohemio, salió a pintar las calles del barrio con su poesía. Pasen y vean.

 

JUAN IGNACIO CALCAGNO. Lo podés ver en cualquier esquina del barrio, jugando al pool en el San Bernardo, o los sábados en la cancha, ahí en el medio de la tribuna, cerquita del paravalancha, con alguno de sus hijos, alentando al bohé. O quizás ahora lo veas pintando en la calle. Mariano Fiszman (Buenos Aires, 1965) está hecho de Villa Crespo, y ahora también Villa Crespo tiene algo de Mariano Fiszman: su poesía.  Mientras el mundo editorial y el de las letras discute acaloradamente por el futuro del libro, por la intrusión de las nuevas tecnologías, la muerte del papel y el nacimiento de la tinta electrónica, Fiszman va un paso por detrás –¿o por delante?– y plasma lo suyo sobre el cemento urbano. “Las paredes son la imprenta de los pueblos”, reza una máxima que precede al mural de uno de los paredones del Parque Centenario. Y así lo entendió Fiszman.

¿Cómo surgió este proyecto? Mariano lo explica así: “Las calles de Villa Crespo es el título de un libro que vengo escribiendo hace tres años, más o menos. No surgió con un plan previo, nada más empecé a escribir algunos textos sueltos, con forma de poemas (que era algo nuevo para mí), sobre imágenes que veía en la calle, situaciones, personajes, pedazos de diálogos que escuchaba, siempre cosas muy comunes, casi insignificantes. Por ejemplo, un atardecer con el sol cayendo al final de Warnes, las luces del bar de la otra cuadra de mi casa a las siete de la mañana en invierno cuando afuera todavía es de noche y hay tres o cuatro madrugadores tomándose un cafecito y leyendo el diario, los laburantes morfando en la vereda de los talleres alrededor de la cancha al mediodía, la luna llena arriba del puente de Juan B. Justo… Así se fueron juntando estos poemas y se armó un libro. Casi todos tienen dos cosas en común: la calle, que es donde aparecieron, y después un trabajo con las imágenes que viene de mi gusto por la pintura, la escultura, las artes plásticas; entonces me imaginaba que esas imágenes que veía en la calle eran cuadros y las escribía como si pintara, me paraba en un punto imaginario y describía la escena. El libro, que se va a publicar a fines de este año, empieza con una cita de una canción de Divididos: ‘Eran sólo cuadros colgados, no era tango ni era rock’. Esa frase la tuve presente desde que empecé, fue como mi guía. Las calles de Villa Crespo es eso: cuadros colgados (escritos).”

 

Arte callejero

El paredón que se extiende por Camargo, antes de llegar a Thames, camino al Gran León, está decorado por el arte urbano de muchas manos anónimas. Entre ellas, en un círculo con fondo negro, al lado de un Mao Tse-Tung cuyos ojos no llegamos a ver,  está el primero de los poemas que pintó Fiszman. “Siempre admiré a los pibes que pintan murales en la calle. Dos años atrás escribí algo sobre ellos y el barrio en un sitio de escritores. Incluso este libro va a incluir dibujos de uno de ellos, Jaz, que pinta unas cosas buenísimas. Y el mes pasado se me ocurrió que estaría bueno escribir yo mismo algunos de esos textos en paredes del barrio y me puse a hacerlo, aunque no sé dibujar ni pintar, nunca había hecho nada parecido, salvo pintar paredes en mi casa o muebles, porque trabajé muchos años de carpintero. Es algo nuevo, como lo de escribir poemas, y eso me entusiasma.”

Entre lo lúdico y lo artístico, interviene siempre algo directamente relacionado con el arte urbano: lo popular: “Me gusta que los poemas estén presentes de esa forma en las calles que los inspiraron y también me gusta que los lean los vecinos, que por ahí de otra forma ni se enteran que existen esos textos sobre el lugar donde vivimos”.

 

Villa Crespo y la literatura

Una de las novelas de Mariano Fiszman se titula Muñecas 970, una coordenada en pleno Villa Crespo, entonces la pregunta surge sola: ¿tienen algo las calles de nuestro barrio que las haga “literaturizables”, o en este caso, merecedoras de un poema? Mariano Fiszman da vuelta la pregunta: ¿acaso necesitan tener algo? “Todo puede merecer un poema, no hay temas más apropiados que otros. Lo que uno escribe siempre tiene que ver con lo que lo rodea, con su historia, con sus delirios. Yo vivo en el barrio hace 17 años y lo amo porque acá está mi casa en el sentido más amplio, ¿no?, la sede de mi familia digamos, de lo que más quiero, el lugar donde nacieron y donde crecen mis hijos. Además por Atlanta, por supuesto, y después me gustan un montón de cosas del barrio, sus casas antiguas, aunque las estén haciendo pelota con todos esos edificios y locales pedorros, muchas de sus calles, sus árboles, el San Bernardo, que es un templo, y en general me gusta el ambiente, que sea un barrio de laburo, no solamente residencial, y con mucha mezcla de gente de orígenes diversos. Villa Crespo tiene mucha presencia en la literatura porteña, por ejemplo en Adán Buenosayres, pero también en el tango. Quince años atrás iba a almorzar a La pura, en Corrientes y Serrano, un boliche histórico que tiraron abajo, y me ponía la piel de gallina ver la placa donde decía que ahí Celedonio Flores había escrito Mano a mano. Como decís, no es la primera vez que escribo sobre Villa Crespo. Muñecas 970, una novela que salió en 2009, cuenta la historia de una casa que sale flotando durante una inundación con sus habitantes adentro. Es bastante delirante, claro, y ahí el foco está puesto en la casa. En este libro, en cambio, la mirada está afuera, en la calle, en los bares. Sobre el San Bernardo por ejemplo hay dos poemas, uno sobre la barra y la estantería que tiene atrás y otro, Los baños del bar San Bernardo, sobre ese baño viejo espantoso que había antes. Hay dos cosas curiosas sobre ese poema. Una, que pocos meses después que lo escribí hicieron los baños nuevos y ese lo tiraron abajo. Y otra, que es el primer texto del libro que apareció publicado, el año pasado, pero no en Argentina, sino traducido al francés en una revista de Bélgica que se llama Le Fram. En ese libro también hay un poema dedicado a los Soriano, y ya había escrito algo relacionado con Atlanta en un libro que salió en 1999, un cuento que se llama El relator amenazado, que transcurre en la cancha durante un partido imaginario Atlanta-Platense (justo en este momento, viene al caso). En ese cuento mezclo jugadores de diferentes épocas y una goma que se armó en un partido del 80 contra Chicago. Ganamos 2 a 0 si no me equivoco, y me acuerdo que saquearon los puestos de Coca que en ese entonces estaban contra el alambrado y se tiraban los cajones de madera por encima de la reja.”

 

Currículum bohemio

La charla deriva hacia Atlanta y su historia con el club. “Yo me hice hincha de Atlanta solo, a los 11 años. Antes mi viejo, que es bostero, ya me había traído a la cancha, me acuerdo un partido contra Desamparados de San Juan en un Nacional. Y se ve que me gustó. Lo que más me fascinó era el apodo, los Bohemios. Y también que era un club de barrio; yo tenía un sentido de la justicia que me hacía odiar a los clubes grandes, veía que compraban jugadores, partidos, qué sé yo, no quería eso. Además en ese momento Atlanta jugaba bien y le iba bastante bien. Guardo mi primera camiseta de piqué agujereada, que cuando iba a rendir examen en el secundario me la ponía abajo de la camisa. Fue la época de más fanatismo, entre el 79 (vine solo a la cancha por primera vez durante el cuadrangular maldito) y el 85 no faltaba nunca, siempre con un librito en el bolsillo. Por supuesto que de esa época, mi jugador preferido era Alfredo Torres. De ese último año que jugamos en la A me acuerdo en especial de un partido contra River acá, de noche, un golazo de Graciani gambeteando a todos y el empate de Francescoli, de cabeza desde el borde del área. De estos años, el jugador más importante para mí sin duda es Andrés, y, en este campeonato, Palisi.”

Antes de terminar, Mariano pide dejar un mensaje: “Quiero mandarle un saludo a los amigos de la tribuna. Sigamos apoyando a los jugadores y bancando al club, que ‘Hay que alentar hasta la muerte…’”. Ya es tarde, y como dice el poema de Fiszman, “sube la luna el puente Juan B. Justo”. Nos despedimos, al otro día hay que levantarse temprano para ver al bohemio. 

Mariano Fiszman en la web

Música Acuática, blog personal: http://www.marianofiszman.blogspot.com.ar/
Las calles de Villa Crespo: http://lascallesdevillacrespo.blogspot.com.ar/

 

 

(Publicado en www.sentimientobohemio.com.ar)

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